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[Hechos] “Felipe vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe: -Acércate y pégate a la carroza.
Felipe se acercó corriendo, le oyó, leer el profeta Isaías, y le preguntó: -¿Entiendes lo que estás leyendo?
Contestó: -¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?
Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: -Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?
Felipe lo bautizó y el eunuco siguió su viaje lleno de alegría.”
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La belleza lírica del texto de la primera lectura se sobre exalta por la envidia que nos puede suscitar a los cristianos el etiope ministro de la reina de Candaces. Este hombre tenía de todo y en abundancia pero seguía siendo un buscador de sentido que volcaba su búsqueda en las Escrituras ansiando que alguien le condujera hasta su comprensión. Solo esto ya deberia ser envidiable.

Este hombre de tan buena posicion no estaba instalado en ella como un burgues apoltronado sino que seguía buscando un digno y suficiente sentido para su vida, con ansia, con la humildad de quien desea un guía sin creer que no lo necesita por ser un hombre rico, un principal de su reino; al que así busca se le sacia porque llama con deseos de entrar por la puerta que se le ofrece, el Bautismo que le une a Jesucristo.

Tras su encuentro con Jesucristo a través de la palabra y las manos del apóstol “siguió su camino lleno de alegría”. Qué hermoso y qué envidiable otra vez. ¿Y porque nos ha de suscitar envidia este hombre? Lo que de él deberíamos desear tener es la sed de Dios, la búsqueda afanada de sentido, la humildad de anhelar un guía, la inmediatez de su deseo de Cristo tras conocerlo y la alegría por empezar a ser Suyo. Todo esto sí que es “digno de envidia”.

Tengamos la.posicion y el nivel económico que sea, interroguémonos sobre si nos hacemos preguntas importantes,  sobre si buscamos en Dios las respuestas; preguntémonos si deseamos y aceptamos la palabra de las mediaciones del Señor, si tenemos hambre de esos sacramentos que nos unen al Señor para hacerlo nuestro por ser nosotros hechos Suyos, sin que nuestras obras desdigan o revoquen ese deseo y esa unión.

Como la envidia es un pecado capital, hagámosle un regate y tratemos de marcar el gol de nuestra vida por vivir del Don que se nos da, con tanta frecuencia, sin que reparemos en la grandeza de a Quién recibimos con tanta familiaridad.
———-[Juan] “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.”