Tener los más nobles ideales, fortaleza para mantener los propósitos hasta hacerlos realidad, compasión por amor ante el sufrimiento o las dificultades de otro, entrega personal por el bien de los demás, misericordia para poder disculpar los fallos ajenos perdonando siempre… Qué maravilla seria encontrar una persona así y poder intimar con ella “a ver si se nos pegaba” esa forma de ser. Bien, pues esos son los rasgos más distintivos de Jesús, los ingredientes del Cáliz de la Sangre de la Alianza nueva y eterna que comulgamos en misa.  Los misioneros encontraron a Jesús e intimidaron con El hasta que se les fue pegando Su forma de ser (“El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena”, 2Timoteo).

Por la comunión eucarística el Espíritu de Cristo que nos inhabita produce que los rasgos de Aquél de quien nos alimentamos se encarnen progresivamente en nosotros, sean carne de nuestra carne. Así, viviendo de la Eucaristía y viviendo la Eucaristía somos por gracia más y más capaces de hacer lo que sea necesario por el bien de quien se ama y amar a todos cuanto se alcance. Así es como viven la fe los misioneros a quienes celebramos en esta jornada del Domund; así es como podemos vivirla nosotros, evangelizadores y misioneros en nuestro ambiente cotidiano.  Éste es el espíritu que reclama el Papa Francisco para todo bautizado hoy y para abrirnos a ello ha establecido este mes como mes misionero.

Porque todo esto se nos hace muy elevado, cuando es parte de nuestra dignidad y vocación bautismales, la primera lectura, el salmo y el evangelio de hoy nos presentan la fuerza de quien ora, pide, espera y trabaja desde la fe en Dios. Si somos cristianos es para tender a esa forma de ser y de vivir; si creemos en Dios creemos a Dios cuando nos dice “no temas, te basta mi gracia”; si somos seguidores y discípulos de Jesucristo es para tender a una vida según el Evangelio, Su Vida. A ello;  No hay causa más bella y noble que ésta.